lunes, 13 de junio de 2016

LAS COMPETENCIA COMUNICATIVA Y LA EDUCACIÓN

Quienes enseñan en las aulas de clases, están casi siempre de acuerdo cuando hablan o escriben sobre los objetivos comunicativos de la educación del estudiante. De ahí la conveniencia de que la educación, se oriente al dominio expresivo y comprensivo de los usos verbales y no verbales de la comunicación humana, y por tanto a favorecer desde el aula el aprendizaje de las destrezas del hablar, escuchar, leer, entender y escribir. Porque, en última instancia, ¿Cuáles serían las habilidades comunicativas que tenemos de aprender en nuestras sociedades si deseamos participar de una manera coherente, eficaz, correcta y adecuada en los intercambios verbales que caracterizan la comunicación entre las personas?

Hablar de manera apropiada, entender lo que se escucha o lo que se lee, expresar de forma adecuada las ideas, los sentimientos o las fantasías, saber cómo se construye una noticia o un anuncio, saber argumentar, persuadir y convencer, escribir un informe o resumir un texto: he aquí algunas de las cosas que las personas hacemos habitualmente con las cuatro palabras en las diversas situaciones de la comunicación humana y con distintas finalidades.

Concebir la educación como un aprendizaje de la comunicación exige entender el aula como un escenario comunicativo, donde los estudiantes cooperan en la construcción del sentido y donde se crean y se recrean textos de la más diversa índole e intención.

Imaginar la educación como un aprendizaje de la comunicación supone contribuir desde las aulas al dominio de las destrezas comunicativas más habituales en la vida de las personas (hablar y escuchar, leer, entender y escribir) y favorecer, en la medida de lo posible, la adquisición y el desarrollo de los conocimientos, de las habilidades y de las actitudes que hacen posible la competencia comunicativa de las personas. Esta competencia es entendida, desde la antigua retórica hasta las actuales indagaciones sociolingüísticas y pragmáticas, como la capacidad cultural de las personas, para expresar y comprender enunciados adecuados a intenciones diversas en las diferentes situaciones y contextos de la comunicación humana. Pero no basta con proclamar los objetivos comunicativos de la educación lingüística durante la infancia y la adolescencia.

Es necesario adecuar los contenidos escolares, las formas de la interacción en el aula, los métodos de enseñanza y las tareas del aprendizaje de forma que hagan posible que los estudiantes y las alumnas puedan poner en juego los procedimientos expresivos y comprensivos que caracterizan los intercambios comunicativos entre las personas.

Y es justo reconocer que, casi siempre, entre el deseo y la realidad, entre los fines que se dicen y las cosas que se hacen en las aulas, se abre a menudo un abismo. Porque, si en las intenciones unos y otros estamos de acuerdo, basta con asomarse a los manuales escolares más habituales en la enseñanza primaria o a los libros de texto más usados en la educación secundaria para comprobar cómo con frecuencia en las clases se dedica un tiempo casi absoluto al conocimiento del sistema fonológico de la lengua, al estudio de la morfología de las palabras, al análisis sintáctico de las oraciones, a la corrección ortográfica y al estudio de la historia canónica de la literatura en detrimento de las actividades relacionadas con el uso expresivo y comprensivo de las personas.


En consecuencia, el aprendizaje de los estudiantes se orienta al conocimiento, con frecuencia efímero, de un conjunto de conceptos gramaticales y de saberes, cuyo sentido a sus ojos comienza y acaba en su utilidad para superar con fortuna los diversos obstáculos académicos. Y las clases se convierten así en un espeso boscaje de destrezas de disección gramatical o sintáctica vestidas con el ropaje de la penúltima modernidad, mientras en las aulas casi nunca se habla, mientras en las aulas casi nunca se enseña que los textos tienen una textura y una contextura y que es en el uso donde es posible atribuir sentido a lo que decimos cuando al decir hacemos cosas con las palabras.

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